De los escultores del período académico que dieron el salto a París, fue tal vez Andrés Pérez Mujica el único en quien alentó una voluntad individual expresada con independencia y ambición dentro de cierto espíritu moderno Lamentablemente falleció a temprana edad, en 1920.Luego, la escultura vivió un largo estancamiento que cubrió casi todo el tiempo de mandato de Juan Vicente Gómez. Su práctica iba a reducirse al estudio académico con el que se buscaba la interpretación del parecido; se limitó al retrato y a la figura modelada en greda.
Más tarde, comenzando la década del 30, de Alejandro Colina y de Francisco Narváez marcaron un diferencia. Colina orientó su búsqueda hacia un estilo indigenista de robusta concepción monumental, pero con escasos ingredientes de modernidad.
Francisco Narváez, luego de estudiar en la Academia, marchó a París en 1928 y aquí entró en contacto con los nuevos movimientos. Ya en Caracas,se enfoca en una tendencia criollista de acusadas y estilizadas formas macizas, inspiradas en un tipo de feminidad criolla. La obra de carácter alegórico que desarrolló en forma de fuentes y monumentos públicos para parques y edificaciones, dentro de los programas de ornato de la época, sirven de punto de partida para la empresa escultórica más importante que ha realizado escultor venezolano alguno.
Por la época en que Narváez trabajaba en monumentos públicos llegó a Venezuela Ernesto Maragall, escultor catalán que, radicado en Caracas, se consagró a partir de 1938 a la docencia en la Escuela de Artes Plásticas y Aplicadas, desde donde impulsó la formación de nuevos escultores. Maragall mismo ejecutó para la decoración arquitectónica algunas de las fuentes y figuras más notables que se realizaron en Caracas en estos primeros momentos de nuestra escultura moderna.
Las condiciones favorables que existían en el país para recibir a la inmigración europea de la postguerra se reflejó en el gran número de escultores de varias nacionalidades que, unos en calidad de docentes y otros para ejercer su oficio, se establecieron en nuestro país después de 1945. Así, el uruguayo Germán Cabrera se instala en Caracas en 1938; los italianos Jorge Gori en 1947, José Pizzo en 1950, Biagio Campanella y Aldo Macor en 1957, Domenico Casasanta en 1959; el holandés Cornelis Zitman llega a Coro en 1947; y el gaditano Manuel de la Fuente en 1958.